En Hacienda se habla de un dólar a 22 pesos. El complejo frente externo si EU baja sus tasas de interés. La incidencia electoral.
Ante un gabinete que se erosiona en el furor electoral y una operatividad de gobierno que muestra grietas, el secretario de Hacienda Rogelio Ramírez De la O comienza a crecer en la cotidianidad de Palacio Nacional.
Con esa ventana de oportunidad y acceso a Andrés Manuel López Obrador, el funcionario ya le avisó en dos ocasiones que si Estados Unidos ingresa en recesión México queda expuesto a una devaluación que dejaría el tipo de cambio entre los 22 y los 23 pesos por dólar. La fecha crítica es diciembre de este año.
Ramírez De la O le advierte al presidente con la meta de que este no insista tanto con el jolgorio discursivo del «super peso» ni se deje llevar por un contexto que esta mucho más atado a factores externos de la economía que internos.
Un problema muy similar al que tuvo Enrique Peña Nieto que decía que la reforma energética bajaría el precio de los combustibles. No hay reforma local que pueda contra los flujos del mercado global. El gasolinazo fue la demostración más dramática.
Los asesores del secretario de Hacienda recuerdan por lo bajo que a finales de 1993 Carlos Salinas de Gortari reiteraba permanentemente que los mercados confiaban en México. Los opuestos siempre se encuentran en alguna esquina de la historia.
Según el escenario que trazan en Hacienda, si Estados Unidos entra en recesión será en diciembre pero no será en freno momentáneo como dicen desde la Fed. Será prolongado y con características parecidas al 2008. Una «U» en lugar de una «V».
Cuando el país vecino entre en recesión bajaran las tasas de interés y esto atraerá la masa de dólares que sobreabundan en los mercados por estos días. Un golpe contundente a los emergentes.
Habrá un fuerte flujo de dólares hacía Estados Unidos, caerán las remesas y el precio del barril de crudo podría descender hacia los 60 dólares. Tres trayectorias que revierten los fundamentales del «super peso». Solo quedará constante, si se logra aprovechar, el ingreso de dólares del nearshoring.
A la salida de dólares y una menor captación de ingresos de crudo y remesas se puede agregar una inflación en alimentos generada por el tipo de cambio recalentado y la falta de granos en el país como consecuencia de la sequía y el desfalco en Sagalmex.
Hay otros detalles que inquietan por estas horas en la vida hacendaria: ¿De dónde vendrán los recursos para nacionalizar las plantas de Iberdrola? ¿Y los casi 9000 millones de dólares de deuda que Pemex debe afrontar este año? Todavía no hay respuestas claras.
El Gobierno ha hecho grandes apuestas en Dos Bocas, Tren Maya y AIFA pero los beneficios de todo ello tardarán de 10 a 20 años. El endeudamiento externo comienza a ser una tentación difícil de eludir. El topo de 49% de deuda sobre el PIB se vuelve una frontera cada vez más porosa.
Todo este escenario, de suceder, va a impactar en la sucesión porque frente a la convulsión externa crecen las acciones del canciller Marcelo Ebrard, no por su conocimiento de economía, que en Hacienda consideran más bien limitado, sino por su agenda en Washington DC.