Hasta hace unos años, Israel Cervantes era uno más de los miles de trabajadores de la planta automotriz de General Motors en Silao, Guanajuato. Un trabajador mediocre y violento, a decir de sus compañeros, quienes han dado testimonio constante de su afición por los estupefacientes. Fue más de una ocasión en la que se presentó a trabajar bajo el influjo de las drogas, siendo los solventes sus preferidos.
Uno de sus ex compañeros, quien solicitó omitir su nombre para evitar problemas, recordó una ocasión en que llegó drogado y varios de los compañeros del área de pintura le llamaron la atención, entonces él respondió de manera violenta, agrediéndolos física y verbalmente, además de ser amenazarlos. “Por eso prefiero que no se diga mi nombre, porque es un tipo muy violento. Si se entera de que hablé, no pa’ qué le digo, me va a buscar y yo no quiero problemas”. Este no es el único testimonio que lo retrata así: grosero, violento o flojo son algunas de las palabras que más repiten los trabajadores cuando se les pregunta por el principal vocero de Generando Movimiento, organización financiada por sindicatos de Estados Unidos, que buscan incidir en las relaciones comerciales de la industria automotriz entre ambas naciones.
También algunas trabajadoras, señalan que fueron varias las ocasiones en que fueron objeto de acoso por parte de Cervantes: “una vez me acorraló y me dijo que un rapidín, yo lo aventé y por suerte pasó otro compañero y ya me dejó”. Las trabajadoras lo retratan como un misógino “¿por qué crees que no hay ninguna mujer en su movimiento? Porque le tenemos miedo”. También los compañeros relatan que tuvo un amorío con una jovencita en Morelia, con quien tuvo un hijo, sin embargo, no se hizo cargo, por ello actualmente enfrenta una demanda por pensión alimenticia.
Preguntamos a sus compañeros si en alguna ocasión se manifestó a favor de los derechos de los trabajadores. Todos niegan que tuviera algún compromiso con mejorar la situación de los trabajadores en la planta. Para ser precisos, lo recuerdan como un trabajador mediocre, que en varias ocasiones se lastimó la mano para obtener incapacidades, de ahí le viene el apodo de “el dedos”.
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No fue sino hasta su despido, tras dar positivo a pruebas de dopaje, que comenzó a organizarse con otros compañeros y exigir democracia en el sindicato. De pronto, nos dicen, comenzó a presentarse en la planta, a repartir volantes, a tomarse fotos fuera de la planta para mostrarse como un luchador sindical. Comenzó a hablar con varios compañeros, trató de convencerlos de que se sumaran, les prometió cargos a algunos, también les dijo que ya tenía la bendición de un líder sindical muy pesado, que lo iba a apoyar para que se convirtiera en el nuevo líder del sindicato de la planta. De pronto comenzó a hablarles de democracia sindical y de sus derechos.
Utilizando la consulta sobre el Contrato Colectivo de Trabajo (CGT) como trampolín político para su organización, Generando Movimiento, Cervantes ha promovido el voto en contra del CGT. Más allá del no, no ha hecho ninguna propuesta de cómo mejorar las condiciones laborales. Tampoco ha sido transparente sobre el origen de los recursos que le han permitido imprimir y repartir volantes. Él responde que es la solidaridad de varios sindicatos, pero es el apoyo de su padrino político, Napoleón Gómez Urrutia y de los sindicatos americanos y canadienses de donde vienen los recursos para montar su campaña.
Fuente: Redacción